agosto 13, 2008


(...) Y frente a mí, tenías en efecto la razón con asombrosa frecuencia; era obvio que la tenías en la conversación, puesto que apenas llegábamos a dialogar, pero también en la práctica. No resultaba muy difícil de comprender: en todo lo que yo pensaba estaba sometido a tu fuerte presión, incluso cuando mis pensamientos no estaban de acuerdo con los tuyos, y especialmente entonces. Todas aquellas ideas, en apariencia independientes de ti, venían marcadas desde el principio por tu juicio desfavorable; sostener esta situación hasta la plasmación total y permanente del pensamiento era casi imposible. No hablo de pensamientos elevados, sino de cualquier pequeña tentativa infantil. Bastaba con estar contento por cualquier cosa, sentirse colmado por ella, llegar a casa y expresarla, para obtener como respuesta un suspiro irónico, un gesto de negación con la cabeza, unos golpecitos en la mesa con los dedos: "he visto cosas mejores", o "no me vengas con cuentos", o "en qué cabeza cabe", o "que sales ganando con eso", o "¡vaya acontecimiento!" (...)

*fragmento de Carta al Padre de Franz Kafka
(libro leído y recomendado por mi padre)

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